Creo que poca gente es capaz de levantarse enérgica de
verdad por la mañana. El sueño y las ganas de quedarse en la cama pueden a la
mayoría, pero no nos podemos rendir y siempre acabamos llegando al trabajo, con
la ojera puesta, pero llegamos. Hay días que es superior a nuestras fuerzas.
Seguro que os acordáis de cuando erais adolescentes, y estabas en clase a
primera hora o justo después de comer. Ese momento en que se te caen los ojos,
literalmente, que no lo puedes resistir. Luchas contra ti mismo, pero te acaba
ganando el sueño. Al menos en clase era fácil disimular, sobre todo si estabas
en las filas de atrás. Pero el trabajo es otra historia. He oído de todo, desde
personas que se bajan al garaje a dormir un rato al coche, otros que se van al baño desafiando los comentarios
por estar 15 minutos y duermen abrazados al WC. He de confesar que esto yo lo
he hecho, hasta he llegado a dormir en el suelo del baño hecha un ovillo y con
la alarma del móvil sonando cada 5 minutos. Pero no me avergüenzo, muchas veces
el sueño es más poderoso que la voluntad de uno mismo. Yo ya lo he asumido.